Editors Choice

3/recent/post-list

Cienfuegos: Vivir entre el fuego, la basura y la esperanza

 

                         SantiagoAl Oeste


En el extremo noroeste de Santiago de los Caballeros, en República Dominicana, se levanta un barrio con un nombre tan poético como trágico: Cienfuegos. Pero no se trata de un homenaje al revolucionario cubano ni a la ciudad homónima en la isla vecina. El nombre hace referencia a los “cien incendios” que dejaron sin hogar a un centenar de familias en 1975. En medio de la urgencia, huyendo de las llamas, estas familias se asentaron en las afueras de la ciudad, fundando una comunidad que hoy sobrevive al margen de todo: de la ley, del desarrollo urbano y, muchas veces, de la compasión.


Un origen marcado por el despojo


Los residentes de Cienfuegos —en su mayoría antiguos campesinos— llegaron a Santiago en busca de una vida mejor. Lo que encontraron fue precariedad. La mayoría no es dueña del terreno que habita; sus casas, construidas con tablillas o restos de hojalata, son vulnerables y frágiles. A pesar de esto, han logrado forjar una comunidad sólida, tejida por la necesidad y sostenida por la solidaridad.


“No tenemos papeles, pero esto es nuestro hogar”, dice Tomás, uno de los vecinos del barrio. Él, como tantos otros, vive con la contradicción de sentirse parte de un lugar que legalmente no le pertenece.


Un fuego que nunca se apaga


A pocos metros del barrio arde lentamente el vertedero municipal. Se incendió hace años y, desde entonces, no ha dejado de humear. Cuando los vientos cambian, el humo y el olor a podredumbre invaden Cienfuegos. Los efectos sobre la salud son inevitables: enfermedades respiratorias, problemas gástricos y una constante sensación de suciedad.


Lo más alarmante no es solo la presencia del vertedero, sino la falta de regulación. Desechos médicos, materiales peligrosos y residuos orgánicos se mezclan en un mismo lugar. “Desde que vi a un cerdo comiéndose una pierna humana, no volví a acercarme”, relata Tomás con voz baja. El horror se mezcla con la resignación.


Entre la exclusión y el abandono


La vida en Cienfuegos transcurre sin muchas de las garantías que otras zonas de Santiago dan por sentadas. Cuando la delincuencia comenzó a aumentar, las autoridades se mostraron indiferentes. La policía solo reaccionó cuando los propios vecinos amenazaron con tomar justicia por su cuenta.


La visita de Fidel Castro, hace años, provocó que se pavimentara la carretera principal que conduce al barrio. No por preocupación por los residentes, sino por la coincidencia del nombre con la ciudad natal del líder cubano. Dentro del barrio, las calles siguen siendo de tierra, llenas de escombros y basura. Muchos santiagueros incluso se sienten con derecho a tirar allí sus desperdicios.


Trabajo mal pagado, comunidad fuerte


La mayoría de los adultos trabaja en talleres clandestinos de la Zona Franca cercana, donde los sueldos rondan los US$1.40 por hora. Demasiado poco para cubrir necesidades básicas. Las familias, por ello, comparten recursos y responsabilidades. Aquí, la crianza de los niños no es solo tarea de los padres, sino del vecindario entero.


“Mientras los adultos trabajan, nosotros cuidamos a los más pequeños”, explica una adolescente mientras sostiene a un bebé en brazos. A su lado, un grupo de niñas juega a las tabas en el porche.


Entre la pobreza, la alegría


Y, sin embargo, entre las calles polvorientas y las casas improvisadas, hay sonrisas, juegos, bromas, solidaridad. La comunidad de Cienfuegos demuestra que la pobreza no cancela la dignidad, ni la tristeza impide la alegría. La vida sigue, aunque muchas veces el Estado no mire hacia allí.


“Nos falta mucho, pero tenemos algo que muchos han perdido: nos cuidamos entre nosotros”, dice una madre mientras barre la entrada de su casa.


Cienfuegos no es solo un barrio olvidado por el progreso; es un testimonio viviente de la lucha, la resistencia y la esperanza de quienes, a pesar de todo, se niegan a rendirse.

Publicar un comentario

0 Comentarios